diumenge, 7 d’octubre del 2012

Arbeit macht Shoah

El pasado mes de agosto tuve la oportunidad de visitar el conocido campo de exterminio nazi de Auschwitz. Fue, a grandes rasgos, una agria experiencia a la que acudí prevenido y vacunado, sobre la que no voy a detenerme a relatar detalles concretos. Más allá de tramas político-religiosas, el mensaje que allí se pretende transmitir es un canto al sentido común y a la tolerancia del subjetivismo ideológico. En un ambiente corrompido por cámaras y autocares, unas palabras flotan en el aire: “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”. 

Tomando consejo de mi abuela polaca, busqué relatos de supervivientes del Holocausto. Aún con Si esto es un hombre (1947) de Primo Levi pendiente, me incliné por La noche (1955) de Elie Wiesel, una autobiografía breve que nos cuenta las condiciones infrahumanas soportadas por un chico judío de 14 años en las que la supervivencia le obliga a renunciar a su dignidad y sus sentimientos, incluso a sus parientes más directos, si es que quiere conseguir una migaja de pan. Un severo testigo en primera persona de la lucha que tuvo lugar ya no entre nazis y presos, sino entre los mismos prisioneros para aventajarse unos zapatos sin agujeros a unas temperaturas máximas bajo cero. 


La indagación documental me llevó hasta Shoah, un reportaje elaborado entre los años 1974-85 que tenía tiempo atrás pendiente, y qué mejor momento que éste para verlo. Sabía lo que me iba a encontrar: diez horas de grabaciones sin una sola imagen de archivo, construidas sólo en base a distintas entrevistas y visitas a sendos lugares. Enteramente predispuesto, sabiendo que iba a visualizar un hito documental, me atuve a mis rigurosas expectativas. Y se cumplieron.

El exhaustivo repaso que hace el director Claude Lanzmann tanto desde los enfoques más técnicos y objetivos como desde las miradas y los llantos más emotivos es un deleite para el cerebro y el corazón. No requiere cutres reconstrucciones ni explicitud en las imágenes, los protagonistas son los protagonistas y sus palabras lo dicen todo. El gran número (más de 30) y la variedad de personas (desde exoficiales SS hasta sus víctimas, pasando por testigos externos) nos ayudan a forjar una visión realista de los sucesos y las personalidades de los implicados, secundada por unas entrevistas magistrales con preguntas sutiles y mordaces, algunas más irónicas que otras, que nos llevan a conclusiones incluso sin ser contestadas. No se cae nunca en la frivolidad facilona y las lágrimas están adecuadamente servidas con cuentagotas, en especial en momentos cumbre de la cinta, como la decisión que tomó Filip Müller, trabajador de un Sonderkommando, de entrar voluntariamente en la cámara de gas poco antes de la liberación de Auschwitz; o la rebelión que allí planeó la Resistencia junto a Rudolf Vrba, uno de los pocos presos que logró la fuga.

Particularmente interesante resulta el trabajo de campo que realiza el equipo de Lanzmann: entrevistas a los campesinos, maquinistas y vecinos en los alrededores de los centros de la Operación Reinhard que recuerdan con precisión los transportes de judíos y sus gritos y aullidos al otro lado del alambre, opiniones cotidianas que contrastan con los análisis de historiadores como Raül Hilberg; o visitas sobre el terreno a los campos de exterminio, barracas y crematorios de Auschwitz, Treblinka, Chelmno y Sobibor, así como a los supervivientes ausentados de Europa y dispersados alrededor del mundo.

  
Teniendo en cuenta las incontables horas totales de metraje, se ha realizado un excelente trabajo de montaje, que intercala varias narraciones de varias personas sobre los mismos hechos y añade interludios de silencio que ralentizan el ritmo pero favorecen la digestión y la asimilación de cada capítulo. Es un documental para ver de forma interrumpida, a pequeños sorbos como el buen vino. Tener prisas no ayuda en nada.

Cabe destacar sobre todo el respeto con el que se dirige Lanzmann a todo entrevistado, esto es, abierto a aprender algo nuevo de cualquiera, sin perder por ello un toque de humor ácido y discreto. Reflexiona no desde las cifras y la estadística, sino desde las emociones, dando la importancia que merece a cada persona por si misma, lamentando no poder contar con seis millones más de opiniones pero teniendo en cuenta individuo por individuo, ya que aunque haya supervivientes nunca conoceremos cada mínimo detalle de lo que ocurrió y pudo ocurrir. Para ello habría que entrevistar a los muertos (complicado incluso para Lanzmann), pero podemos suponer de algún modo lo que nos dirían: “Que no los olvidemos, que también son nuestra historia”.

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Shoah, 1985.
Dir: Claude Lanzmann.

Puntuación: 9/10.
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Trilogía de la noche, 1955.
Autor: Elie Wiesel.
ISBN: 9788476698167.

Puntuación: 6/10.

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